Un rabino ortodoxo habla de sus 9 años de práctica de la MT
El rabino Abraham Shainberg es hijo de supervivientes del Holocausto. Sus padres eran de Varsovia, Polonia, y emigraron a Estados Unidos por diferentes vías, antes de formar una familia en la parte oriental inferior de Nueva York. Su padre fue Rabino de la Primera Congregación Warshauer durante 27 años. Con los ánimos de su padre, Abraham estudio en la Escuela del Rabino Jacob Joseph de la calle Henry, en la zona oriental, desde el parvulario hasta la escuela secundaria, y luego estudio en Brooklyn College, en el campus de Flatbush.
«Muchas de mis amistades fueron allí», recuerda. «Estudiábamos la Torá, y cuanto más se estudia la Torá más se vive la Torá. Sesenta de nosotros comenzamos el programa de tres años para convertirse en un rabino ordenado (Semicha), pero sólo diecisiete de nosotros completaron el programa. Algunos de nosotros nos hicimos rabinos, pero la mayoría se convirtieron en profesionales o empresarios. Siempre fuimos conscientes de nuestro entrenamiento rabínico, ya que mora en el alma. Nunca te deja».
Hace diez años, un amigo del rabino Shainberg le habló de la técnica de Meditación Trascendental. Como practicante ortodoxo judío, se lo tomó con cautela, pero con curiosidad. «Quería saber más, por lo que vi algunos vídeos de conferencias de Maharishi Obviamente, Maharishi no es mi rabino, pero cada cinta que escuché y todo lo que Maharishi dijo era exactamente acorde con la Torá. No lo podía creer. Ni una palabra contraria. No era algo ‘new age’, sino la sabiduría de los siglos. Maharishi llegó a la misma conclusión que los más grandes rabinos.»
Poco después, el Rabino Shainberg aprendió la técnica de Meditación Trascendental, y ha estado meditando 20 minutos dos veces al día desde entonces.
«Recordando todos estos años, puedo decir que la MT me ha llevado a una mejor oración, a una mejor liturgia, y a ser un mejor judío. Estoy más que nunca en mi camino hacia Dios».
«La Meditación Trascendental no es una religión» afirma el Rabino Shainberg, «y no pretende serlo, ni ocupar el lugar de otra. Es una técnica para que vayamos hacia el interior y encontremos nuestra alma, para que encontremos nuestro silencio, para que encontremos nuestra felicidad como seres humanos, y nos convirtamos en la persona que Dios realmente quiere que seamos.»