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Helen Keller, la mujer que podía ver

Helen Keller
1880–1968 • Estados Unidos

Aunque ciega y sorda desde los dos años, Helen Keller se licencio con honores de Radcliffe College – la primera persona ciega y sorda que obtuvo un título universitario. Dedicó su vida, dando conferencias y escribiendo libros, a la reforma social. La obra de teatro y película “The Miracle Worker” cuenta la historia de cómo su maestra Anne Sullivan, la ayudó a salir de su mundo de oscuridad y silencio para convertirse en una de las más célebres mujeres de su época.

Keller publicó una docena de libros y visitó 40 países, obteniendo fama internacional mientras hacía campaña por la paz, los derechos de la mujer, los derechos de los trabajadores y los derechos de las personas discapacitadas. Ayudó a fundar la American Civil Liberties Union en 1920. Entre sus amigos se incluyen Alexander Graham Bell, Mark Twain y Charlie Chaplin. Fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad y recibió honores en todo el mundo.

En su libro “Mi Religión” describe la siguiente experiencia:

«Siento una pasión sagrada que se derrama de las fuentes del Infinito. . . . Ligada a soles y planetas por cuerdas invisibles, siento la llama de la eternidad en mi alma. Aquí, en medio del aire de cada día, siento la precipitación de las lluvias etéreas. Soy consciente del esplendor que une todas las cosas de la tierra con todas las cosas del cielo – enclaustrada en el silencio y la oscuridad, poseo la luz que me dará una visión mil veces mayor cuando la muerte me libere.»

Helen Keller está describiendo la experiencia de un nivel trascendental de la mente. Relacionándolo con «Infinitud”, lo describe como «la llama de la eternidad en mi alma.» En este lugar profundamente interior, experimenta «el esplendor que une todas las cosas de la tierra con todas las cosas del cielo.» A pesar de que es ciega y sorda, confinada en «el silencio y la oscuridad», sin embargo, experimenta una luz interior que trasciende la muerte.

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En su libro “El mundo en que vivo”, comenta sobre esta experiencia desde una perspectiva diferente:

«Hay tanto en el ciego como en el que ve un Absoluto que da veracidad a todo lo que sabemos que es verdad, orden a lo que es ordenado, belleza a lo bello, tacto a lo que es tangible. Si se admite esto, se deduce que este Absoluto no es imperfecto, incompleto, parcial. . . . Así que la sordera y la ceguera no existen en la mente inmaterial, que es filosóficamente el mundo real, pero son desechadas por los sentidos materiales perecederos. La Realidad, de la que las cosas visibles son el símbolo, brilla ante mi mente. Mientras camino por mi cuarto con pasos vacilantes, mi espíritu se extiende hacia el cielo con alas de águila y contempla con una visión inextinguible el mundo de la belleza eterna.»

En este pasaje Helen Keller reconoce este ámbito interior profundo como «Absoluto», la fuente de la verdad, el orden y la belleza, un campo de perfección y totalidad. Comprende que todas las cosas son la expresión de esto. Lo llama «Realidad» – y aquí nos dice que es «el mundo de la belleza eterna.»

Las hermosas descripciones de Helen Keller de su experiencia interior nos recuerdan la experiencia de trascender que tiene lugar cuando cerramos los ojos y practicamos la técnica de Meditación Trascendental. Sin esfuerzo, naturalmente, y de manera espontánea, la mente se establece en su interior. Se vuelve tranquila y estable. Puede haber momentos durante la meditación en que experimentamos la consciencia en su estado puro – como un océano de vigilia pura, el campo silencioso, ilimitado del que surgen todos los pensamientos y sentimientos.

Maharishi ha descrito este campo de la consciencia pura como «el Absoluto» – la misma palabra que usa Helen Keller. Con esto quiere decir que es un campo que se encuentra más allá del tiempo, más allá del espacio, más allá del cambio. Aunque es inmutable en sí mismo, se establece como la base de todo el cambio del universo. Esta es la realidad más íntima de la naturaleza, su verdad última. Este es el Ser de todos.

Durante las últimas décadas, la investigación en la física cuántica ha revelado la unidad subyacente de la naturaleza desde una perspectiva matemática. En la base de nuestro universo, infinitamente diverso, siempre cambiante, más allá del tiempo, el espacio y el cambio, hay un campo unificado. Este campo representa la creatividad infinita e inteligencia de la naturaleza, dirigiendo ordenadamente el cambio en cada punto del espacio, en cada momento del tiempo.

El físico americano John Hagelin ha demostrado que estos dos campos – el campo de la consciencia pura y el campo unificado – son una misma cosa. Esto significa que cuando se trasciende en la práctica de Meditación Trascendental, estamos viviendo no sólo la fuente del pensamiento, sino la fuente de la ley natural. Nos estamos alineando con el flujo de la ley natural.

Por eso, cuando Helen Keller utiliza la palabra «Absoluto» para describir su experiencia interna, cuando lo describe como «Realidad» e “Infinitud», vemos que estas no son sólo palabras poéticas. Describen una experiencia humana real.

Helen Keller superó obstáculos inimaginables para convertirse en una de las grandes mujeres de la historia. Sin duda, esto se debió a que tenía acceso a recursos más profundos de la consciencia, al campo de la consciencia pura.

Esta experiencia no debe ya dejarse a la probabilidad. Con la técnica de Meditación Trascendental nos sumergimos en el océano interior de la consciencia pura cada mañana y tarde. Esta experiencia simple, como la investigación científica ha demostrado, aumenta la creatividad y la inteligencia, mejora nuestra salud, promueve el desarrollo de una personalidad equilibrada, mejora las relaciones.

Todos nos enfrentaos a desafíos en nuestras vidas. Pero a medida que desarrollamos nuestro potencial creativo a través de la práctica regular de Meditación Trascendental, podemos hacer frente a los retos con facilidad cada vez mayor, mientras que va anclándose el Ser que brilla en nuestro interior.

REFERENCIAS
Helen Keller, My Religion (New York: The Swedenborg Foundation, 1980), 35.
Helen Keller, The World I Live In (New York: Century, 1908), 132-133.

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