Haciendo “yoga” con Russell Simmons
Como he informado a menudo en este blog, le enseñé al empresario y filántropo Russell Simmons la técnica de Meditación Trascendental, y él la ha disfrutando de verdad… Nunca deja de hacerla e inspiró a su ex esposa Kimora a que aprendiera, así como a sus dos encantadoras hijas, Ming y Aoki.
Durante diez años ya, Russell también ha sido un entusiasta del yoga. Desde que lo conocí, me ha invitado a unirme a él en el estudio de yoga al que asiste todos los días después del trabajo, cerca de Union Square. Así que ayer, domingo, eso fue lo que hice.
¡Vaya, sí que he estado fuera de la escena popular del yoga!
Para mí, desde hace 40 años, la práctica del yoga ha significado un simple conjunto de posturas suaves… Hacer una postura lo mejor que pueda, mantenerla cómodamente por un rato, y luego regresar a la postura de descanso – volver de nuevo al Silencio, de vuelta al Ser. Hacerla por 15 a 20 minutos y luego algunos ejercicios de respiración suave; hacer todo como una introducción a la meditación, para trascender sin esfuerzo, para experimentar de primera mano el significado literal de yoga, que es «unión». Unión con el Ser, la consciencia pura absoluta, el campo unificado.
Mi experiencia en el estudio de yoga de Russell, que por cierto estaba lleno hasta las paredes, con la gente apretada casi uno encima del otro, fue más o menos lo contrario. Personas maravillosas y una buena sensación, pero no mucho en la dirección hacia suave y sin esfuerzo.
No me malinterpreten, lo pasé muy bien. Mucho. Fue como un vigoroso, o mejor dicho, un entrenamiento cardiovascular realmente intenso. Pero no la clase de yoga con que crecí. Después de 20 minutos estaba sudando profusamente, según cambiábamos de una postura a otra, con poco tiempo para descansar, o asimilarla. Después de una hora pensé que iba a morir (no realmente, pero ya conocen la sensación). Seguí con el deseo de escuchar algo de silencio, pero el aire estaba lleno de música vibrante o con los amables, pero firmes consejos de los profesores de yoga. Hablando en un micrófono, nos dirigieron a través de lo que parecía una interminable cadena de secuencias, mientras que se movían entre las filas, modificando las posturas («relajen los músculos del hombro» o “alineen las palmas de las manos, bajo sus hombros” o “mantengan esa postura incluso si hay algo de molestia»), ofreciendo un suave estímulo y un asesoramiento implacable. Pensé que realmente quería estar unos minutos en la «postura del cadáver»- acostado sobre mi espalda, con ojos cerrados, en quietud, para integrar todo. No fue posible.
Todo era nuevo para mí, así que miraba constantemente a la persona al lado mío, para observar el fluir y confirmar que lo que estaba haciendo era la postura que debía hacer. Al dar un vistazo por el salón, me sorprendió el nivel de competencia generalizada. Incluso hombres corpulentos (la mayoría de las personas parecía estar ente los 20 y 30 años) se impulsaban para pararse en la cabeza y balaceaban su cuerpo en posición horizontal, aparentemente con la palma de la mano y un dedo del pie…
Estuve en la sala durante casi dos horas. Me han dicho que hay sesiones como ésta a lo largo del día y todos los días en el estudio, y se mantiene bastante lleno. Yo todavía estaba sudando cuando le di las gracias a Russell por su amabilidad, pasé entre un montón de gente atándose los zapatos y llenando las mochilas de ropa para yoga y me dirigí fuera del estudio, bajando las escaleras hacia la calle. Volví la esquina para encontrar una tienda de productos naturales donde compré algo de vitamina C (el tipo masticable con sabor a cereza para una garganta algo irritada) y un poco de papaya y sandía recién cortadas, para comer como merienda… Caminé bajo la fría llovizna en medio de grandes grupos de personas congestionando Union Square y me dirigí al metro número «5» hacia Battery Park, mi parada. Sintiéndome todavía un poco aturdido por la inesperada sesión de ejercicios de yoga de alto octanaje, tomé el ascensor hasta mi apartamento, sorbí una taza de agua caliente, instalándome cómodamente en un sofá, y tuve lo que yo llamaría, después de más de 40 años de práctica, una meditación muy agradable.
Trascendental: sin esfuerzo, profunda, expansiva, vigorizante, satisfactoria. Consciencia. ¡Qué alivio!
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